FRAY SEBASTIÁN DE JESÚS SILLERO
Y LA
HERMANDAD DE LA SANTA VERA CRUZ DE SEVILLA
No habría pasado
siquiera un año desde que profesó en el convento de San Francisco de Écija,
cuando fue trasladado a la Casa grande de San Francisco en Sevilla en 1687.
Su oficio de limosnero
le hizo tratar con todas las clases sociales de la ciudad, en unos casos para
pedir y en otros muchos para dar.
Desde entonces comenzó
su fama de santidad.
Por estas fechas Fray
Sebastián empezó a curar con unas pequeñas cruces que él mismo hacía con las
ramitas de un laurel centenario que estaba en el convento.
A raíz de ello, comenzó
su devoción al milagroso Crucificado de la Santa Vera Cruz.
Pasaba las horas
meditando ante la devota imagen.
Le limpiaba el polvo con
un suave plumero.
Estaba pendiente para
reponer el aceite de las veinticuatro lámparas de plata que alumbraban a la
devota imagen.
Se dice que cuidaba del
Cristo.
Pero no fue hasta 1712
cuando se inscribió como hermano de la Santa Vera Cruz.
En el libro de asiento
de hermanos comenzado el año de 1626, en el folio 205, aparece su inscripción,
que según se aprecia en la foto adjunta es como sigue:
“El Padre Fray Sebastián de Jesús Gómez Sillero, religioso lego
de la Orden de Nuestro Padre San Francisco, en esta Casa Grande, se asentó por
hermano de esta Santa Cofradía en 3 de Mayo de 1712”
Es curioso cómo antepone Gómez a su primer apellido. Igual que el hermano de su abuelo, conocido
por Sebastián Gómez, según detalla Miguel López Romero en su estudio “Genealogía e historia de Fray Sebastián Sillero
Pérez”.
Cada día que pasaba, más
se incrementaba tanto su devoción al Crucificado como su fama de caritativo
volcado hacia el prójimo.
Hasta llegaban personas
de otras ciudades para tocar y pedir al hermanito Sebastián que remediara sus
necesidades.
Así hasta el año 1734 en
que el día 15 de octubre de ese año, Dios decidió llevárselo a su presencia.
La noticia de su muerte conmocionó
a Sevilla. Todos querían verlo, tocarlo
y llevarse un trocito de su hábito. Tuvieron que depositar su cadáver dentro de
la Capilla de la Santa Vera Cruz y cerrar las rejas para que se pudiera ver,
pero no se pudiera acceder a él. Se
formaron grandes colas de personas que durante todo el día no cesaban de presentarle sus respetos para despedirse de
él.
Luego, a medianoche, sin
repiques de campanas, ni cantos fúnebres, ni más boato, tal como él dejó
escrito en su testamento, su cuerpo fue depositado en una de las bóvedas de la Capilla, “que estaba situada al lado del Evangelio, delante del hueco donde se
hallaba un reja de la Capilla por la que toma luz del Claustro.”
Cuando al día siguiente
llegaron los oficiales de la Hermandad y vieron que se había utilizado una fosa
que estaba reservada, hablaron con el Padre Guardián y éste les contó el
entierro de Fray Sebastián,
En el siguiente Cabildo
de los Oficiales de la Cofradía, celebrado el 21 de octubre de 1734, se detalla
en las actas todo lo anterior sobre la sepultura de Fray Sebastián.
Y en el Cabildo
siguiente, del 6 de noviembre de 1734, se toma la siguiente decisión, según se
detalla en las actas:
“de conformidad de
los que se acordó en la Junta de 21 de octubre de este año sobre el Cuerpo de
Fray Sebastián de Jesús Religioso lego de este Convento se preguntó al Sr. Don
Pedro de Olazabal quien respondió a la Junta lo que había ocurrido para que la
Comunidad lo hubiese enterrado en nuestra Capilla y enterado la Junta de todo
se le dio al dicho Sr. Olazabal comisión para que secretamente hiciese una
diligencia con el Padre Guardián de oficio a fin de poner los medios de que en
ningún tiempo pueda la Comunidad, sacar dicho Cuerpo de la Capilla”
Así se llegó a un
acuerdo con la Comunidad por el que se acordaba que el cuerpo de Fray Sebastián
siempre estaría en la Capilla de la Santa Vera Cruz.
Pero no contaron con los franceses…
El día 2 de
febrero de 1810 entraron las tropas napoleónicas en Sevilla, y faltando al
acuerdo al que habían llegado con la Junta de Defensa, lo primero que hicieron
fue tirar las puertas del Convento de San Francisco y echar a los religiosos
para convertirlo en cuartel de las tropas de ocupación.
La Hermandad
apenas tuvo tiempo de retirar las imágenes, cuadros y objetos de valor, para
guardarlas en otras iglesias y en casas de los principales hermanos.
Pasados varios
días, los franceses prendieron fuego al convento, que ardió en gran parte,
incluida la Capilla de la Vera Cruz, convirtiéndolo todo en ruinas.
Los hermanos, se organizaron para que todos
los días fueran a la Capilla varios de ellos para tratar de salvar lo que aún
quedaba. Y éstos hicieron el comentario de que “el gran tesoro de la Hermandad
era el que estaba sepultado junto a la ventana”, por los restos de Fray
Sebastián de Jesús Sillero.
Pero este
comentario fue escuchado por los franceses, que estaban esperando el momento
oportuno para escavar la Capilla y ver cuál era el tesoro. Pero las pretensiones de los franceses
también llegaron a oídos de los hermanos.
Se hicieron
urgentemente las gestiones oportunas y el día 18 de junio de 1810, se
exhumaron, con las debidas garantías, los restos de nuestro venerado Fray
Sebastián y fueron trasladados a la Parroquia de San Clemente, Sagrario de la
Catedral, para depositarlos provisionalmente en la Capilla de San Millán, hasta
su depósito definitivo en la Santa Iglesia Catedral de nuestra ciudad.
Así podemos decir
que después de terminar Fray Sebastián su labor entre los mortales, fueron algo
más de 65 años lo que sus restos estuvieron depositados en la Capilla, bajo el
amparo de nuestro milagroso Crucificado de la Santa Vera Cruz.
En Sevilla a 3 de Julio de 2018
Antonio López González
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